viernes, 6 de julio de 2007

Mírame

¿No se llamaba así un programa de zapping de hace muchos años? Uno que presentaba una modelo muy estupenda…Mar…no, Mar Flores no, Mar… ¡Saura! Sí. Creo que era Mar Saura. Despejada la duda, pasemos hablar de un vicio de hace algunos meses y que tuve bastante abandonado hasta estos días en los que no hay casi nada mejor que hacer. Empecemos por mí siempre amor platónico Dr. House. Es irónico, mordaz, honesto (¿) y sobre todo sexy. Y no lo digo yo, que lo dicen las encuestas de Norteamérica. Aquí no hacen encuestas sobre eso, afortunadamente las hacen sobre temas menos frívolos (a veces). Pero es que House es sexy. House es inteligente hasta decir basta. Y lo peor es que lo sabe y se lo cree. Sabe que todos le admiran. Y encima, es un cabrón con todas las letras. Sí, toma esa, admira a un cabrón. Salva vidas que nadie más podría salvar y de paso insulta al paciente un rato. Con ironía e ingenio sí, pero insúltalo. ¿Por qué amarle entonces? Mmm… ¿Por qué se ama a los chicos malos? House es el único chico malo al que he “amado” y si salió afortunado es probablemente porque tiene una carrera. La inteligencia es lo que me llama, lo demás lo acabo tirando por la ventana. Pero me estoy desviando. Tenéis que ver House. Ya no lo echan en Cuatro, descanso vacacional, pero emule y compañía lo sirven en castellano y en inglés aceptablemente subtitulado. El mejor vicio para coger un verano.
¿Qué otras cosas veía yo en la tele? Algunas es probable que no las eche n ya, en su mayoría, series americanas. Pcishy o como rayos se escriba estaba bien. Las chicas Gilmore es más que genial, idílico, pero tronchante. Como producto nacional, Caiga Quién Caiga y mi reportero Juanra (como me gustaba ese hombre), adorablemente ácidos, aunque con un gamberrismo excesivo. Y ya no se me ocurre nada más… ¿Me recomendáis alguna cosa?

Politiqueemos un poco

Llevo unos días queriendo hablar sobre política y no me salía. Pero sabía que el día de hoy tres de julio de dos mil siete, me iba a inspirar. Con el debate sobre el Estado de la Nación de fondo, y después de escuchar la intervención entera de Rajoy, me dispongo a politiquear un poco. Decir que ni mucho menos he visto el Debate entero, no porque me aburra, si no porque sacarme de la cama por las mañanas no es algo sencillo. Muy a mi pesar, mi opinión y mi visión es limitada a lo que he visto. Pero lo visto hoy y otros días de seguir la actualidad política, me da ganas de sacar el ácido.
Me pregunto si habrá países con un parlamento como el nuestro. Me pregunto si nuestros políticos son conscientes de que a veces el Congreso parece un patio de colegio. Abucheos, respuestas a preguntas retóricas y aplausos e interrupciones constantes de uno y otro lado hacen vergonzoso nuestro parlamento. Alguno me dirá que aplaudir lo es malo. No, pero en mi opinión sólo se debería de hacer al final, como en los conciertos. Entre cada interrupción y cada insulto (porque algunos tienen una forma de hablar más que ofensiva y ahora sí, señalo al PP), conseguimos que a nadie le interese lo que allí se dice. Y mucho más si tratamos temas que no le interesan al gran público. La política, como ya dije una vez, es de los ciudadanos, y hay cosas que a los ciudadanos les dan igual, como por ejemplo los estatutos de autonomía. Pero no me voy a meter en ese terreno, lo dejo para otro momento. Lo cierto es, que al igual que parecemos borregos al salir del fútbol, paremos borregos en el parlamento. ¿Tiene solución?

¿Romanticismo?

Podría decir que es hora de irme a dormir. Pero he visto una película demasiado maravillosa como para que tenga sueño, por lo que aquí estoy. El CD tiene unas cuantas más y actualmente puedo oír por tercera vez Cuando menos te lo esperas. Sé que si apago, no me dormiré, sino que le daré vueltas a una de esas cosas tontas que vagan por mi cabeza. Concretamente esa cosa tonta llamada amor. Mirar el horizonte y escuchar una canción minimamente romántica ((8) Descafeinado, descolorido, escribiendo tu nombre completo en los formularios… (8)) me deja los pensamientos tontos a flote, y si le añades una gran gran película (de una joven francesa que disfruta de los pequeños placeres de la vida), no es necesario remover a fuego lento para pensar y pensar y pensar. Pensar que un abrazo no me vendría nada mal, pensar que tener un acompañante para ir al cine sería más que fabuloso, pensar en que me he cansado de escuchar mis tonterías y quiero escuchar las de otro, pensar que ya me toca vivir una peli romántica. Pero esta idea no tiene nada de nuevo. Retumba en mi cabeza desde que tengo memoria, y tengo ganas de demandar a la compañía Disney por crearme tanta frustración. A veces, cuando me quiero creer que ya no pienso en eso, descubro que… ¡Oh, sigo pensando en eso! En octubre me pongo a estudiar para demandarles muajajaja. ¿Cómo no pensar en el amor? ¿Cómo dejar que venga el solito y no correr detrás de él haciendo círculos? Ñuack. Creo que esto es un avance, ya no busco novio, ahora busco cómo no buscar novio. Conclusión: Necesito un psiquiátrico urgente

Lo que Sanabria provoca

Estoy escribiendo desde lo más profundo del valle de Sanabria. Tengo ganas de salir corriendo del valle de Sanabria. Me aburro, la gente que hay aquí no puede ser más diferente a mí. No pueden tener menos cosas en común conmigo. Este es el único lugar donde que yo me trate con gente así es normal. Más que normal casi obligado. Pero he decidido poner un poco más de distancia, porque no tiene sentido que haga cosas que no me gusta hacer por puro compromiso. Yo no soy así y nunca lo seré. Lo que no me gusta no lo hago y punto. Y si no me gusta salir hasta altas horas de la noche para estar en un bar apestoso y escuchar a un grupo horrible mientras salto y grito (por que eso no es bailar ni cantar) unas canciones que jamás me gustarán, no lo voy a hacer. Así que ayer me fui a la cama antes de que nadie se molestara en venir a sacarme de casa para pasar una noche “de fiesta”. Y si digo que no me gustan las fiestas o que soy antisocial mentiría. Me gustan las fiestas en mi ambiente, cuando nadie me obliga a estar en ellas, cuando a mi alrededor hay gente con quien me apetece compartirlas. Sé que no hay mucha gente de esa, pero he vivido días de fiesta y conciertos que nunca olvidaré, lo que demuestra lo que digo. Recuerdo que cuando era pequeña adoraba venir aquí, y mi madre siempre me dijo que luego no me iba gustar. Aún me oigo decir “No, eso nunca pasará”. No sé como lo hace pero siempre acaba teniendo razón. Cuando era más pequeña venir era genial porque podía salir a la calle, y tenía gente con quien jugar a las barbies. Ya nadie quiere jugar a las barbies, y es una pena, porque si alguien quisiera jugar conmigo lo haría. Aquellas muñecas que no se asemejaban a un ser humano ni en el blanco de los ojos, fueron, durante más de una década, mis objetos favoritos. Lo tenía todo, todas las casitas, todos los vestiditos, todo. Yo siempre quise más, claro está, y pediré eternamente más vestidos y mi anhelado coche para trasladarlas, pero lo tenía todo. Y ahora que aquellos tiempos pasaron, mis amigas me confiesan que se morían de envidia con todo lo que yo tenía. Qué irónico.
Ahora todo es diferente. Las niñas que jugaban conmigo adoran el rock, el alcohol y los guitarristas cachas. Y yo vivo toda esa adoración callada, a falta de capacidad para gritar o salir corriendo. Obviamente respeto sus gustos, pero, ni los comparto, ni los quiero compartir, así que, por favor, ¿puedo irme ya? No. No te puedes ir ya a tu mundo, a tus cuadernos, a tus libros, a tu ordenador, a tu vida. Querida amiga, te tienes que quedar aquí para conocer mundo, saber lo que es el rock, los guitarristas cachas y el alcohol. Y no digas que todos los años lo conoces cuando vienes, porque ese maravilloso mundo nunca se termina de conocer. Ains, que cosas. Tampoco las pido que vuelvan a jugar conmigo, las cosas han cambiado, los años han pasado y sería demasiado raro que quisieran jugar conmigo. Realmente no pido nada. Bueno sí, pido lo que le pido a todo el mundo a día de hoy. Que me dejen en paz. Que me dejen vivir la vida que, les guste o no, me he montado a parte de ellos, de todos los que me rodean, y que, les guste o no, me hace más feliz de lo que casi nadie a logrado. Será todo lo triste o preocupante que les apetezca que una de mis mejores amigas viva al otro lado del país y que sólo me pueda comunicar con ella con un ordenador, pero es así. Y no me miraría a mí para buscar un culpable de eso. Les miraría a ellos. Si he huido del mundo que me rodeaba, amigos míos no es mi culpa. Es la vuestra. Es la de aquella mujer que me cansé de llamar por teléfono porque siempre me colgaba porque estaba ocupada. Es la de aquella chica con una vida social tan intensa que dejarme plantada en mi cumpleaños no merecía una disculpa. Es la de aquel que se largó a estudiar a Estados Unidos dejándome sola y al que siempre le va a interesar más hablar con la gente popular que conmigo, a pesar de que soy “su mejor amiga”. Es la de aquel chico que me ha hecho derramar más lágrimas que cualquier amor no correspondido, simplemente porque intentar comprenderme es demasiado difícil para él. Es la de aquella familia a la que no le gusto como soy y su objetivo es cambiarme. Y aunque no lo parezca, no vengo a dar pena ni a quejarme. Vengo a mandar a paseo a todos aquellos que creen quererme, pero que no están leyéndome, para decirles que las cosas han cambiado, que huir de ellos es mi mayor deseo, y que cada cosa que hago tiene ese objetivo. El objetivo de ser quién quiero ser, de lograr lo que quiero lograr, y de escucharles lo menos posible. Y afortunadamente, mi terrible, maligno, vicioso e insano mundo virtual, me ha enseñado que puedo conseguir lo que me proponga. Y ha llegado mi momento. Este va a ser el verano de mi vida, iré a Edimburgo, conoceré lugares y personas increíbles y cuando llegue octubre, iré a un lugar al que nunca he ido a conocer gente que nunca he conocido y a vivir experiencias que jamás he vivido. Me largaré del mundo que me ha rechazado, me ha abandonado y me ha fallado. Me he buscado otro.

Memoria de pez ¿rojo?

Si hay algo que siempre he querido vivir de nuestra historia reciente, ha sido la transición. Esas imágenes que insistentemente ponen en la televisión de gente votando, gente en la calles, de los carteles electorales… Me dan ganas de estar allí, que envidia. No sé quién me dijo un día que tendría que haber vivido antes el franquismo para vivir la transición. No le faltaba razón. Lo cierto es que la guerra y el franquismo son etapas de nuestra historia que me fascinan. La literatura preguerra, guerra y posguerra, siempre fue mi preferida. No es que me gustarán los textos escritos, pero si la manera de estudiarlos, cómo afectaban los sucesos a los autores, cómo muchos murieron en la carcél, como Miguel Hernández (y sus Nanas de Cebolla), otros fusilados, como Federico García Lorca (y su Casa de Bernarda Alba), y algunos vivieron con el franquismo, llevándolo tras de sí como mejor podían y dejándonos sus textos como reflejo de ello. Sé que no digo nada nuevo, pero no sé porque son cosas que me apasionan. Y me voy ahora a algo relacionado, uno de los errores del gobierno mencionados por el señor Rajoy. La Ley de la Memoria Histórica. Revolver la historia es un gran error, sí. Pero peor error es que después de una dictadura, represiva y dañina para un lado concreto del país (porque nos guste o no los lados siguen existiendo) no haya juicio, ni justicia ni compensación para los afectados. Lo que me han acercado los telediarios durante los meses pasados han sido intentos de juzgar al ya muerto Pinochet o juicios y condenas a Sadam. Franco, obvia, y desgraciadamente, está muerto. Él y casi todos los que le ayudaron a cometer las atrocidades del franquismo ya no pueden pagar por sus crímenes. Pero es no quiere decir que aquellos que merecen una compensación no la tengan. No quiero que se revuelva en el pasado porque podemos regenerar una guerra civil, pero es injusto que personas que sufrieron años de cárcel, torturas, y fusilamientos sólo por tener distinta ideología pasen por la historia como delincuentes y no como afectados por un régimen dictatorial

Sola ola ola ola ola

Me planteo porqué estoy aquí sola y porqué salir a ver gente es lo que más pereza me da de la tierra. ¿Me gusta estar sola? Mmm…llevaba toda mi vida quejándome de que estaba sola y lloriqueando por ello. Ahora que me quieren sacar de la soledad por la fuerza, me quejo. Puede que sea una quejica o puede que…no esté realmente sola. Me explico. Siempre que me quejaba de que estaba sola, tenía “amigos” bla bla bla bla. Amigos que no me entendían y cuya mayor afición era meterse conmigo. Ahora probablemente tenga menos “amigos” que nunca y sin embargo soy más feliz que nunca. ¿Razón? Las horas que paso “sola” no las paso sola. Tengo más comunicación con personas que nunca, conozco a más gente que nunca, y me importa poco si alguien considera esa comunicación artificial. Más artificiales son para mí los abrazos que me da alguien diciéndome que me echó de menos cuando sé que es mentira o los dos besos que me toca dar a medio planeta para saludarles.
Ahora que estoy feliz con mi relativa soledad, que disfruto en un cuarto (ni siquiera pido mi cuarto) con mucho silencio y mi ordenador/cuaderno/libro, quieren sacarme a la calle a patadas. Decídanse. Ñuack. Paso de salir a un bar asqueroso a ver como alguien fuma y juega a las cartas. No sé jugar y si alguien me lo piensa decir no, no voy a aprender. Me planteo si voy a publicar esto o no. Probablemente me quejo demasiado y cuento demasiado mi vida y pongo demasiado verde a algunas personas. Aunque si cuento con los cuatro gatos que leen mi blog (nadie les culpa, lo había dejado abandonados) pues a lo mejor no pasa nada si pongo verde a medio país. Yo soy así de sincera, que le vamos a hacer. Bua, si leéis esta sarta de tonterías podéis consideraros afortunados jajajaja. Y yo también, porque debéis estar o muy aburridos o muy interesados en mí para leerlo y tanto la primera como la segunda son para agradecéroslo, porque estoy segura que en la tele están echando algo mucho mejor que mis divagaciones. Así que, ale, gracias.

Helenismo – La Teoría de la Relatividad

Pongamos serios porque voy a plantearos la teoría filosófica en la que se basa mi forma de pensar y mi existencia. Probablemente a alguien se le ocurrió antes que a mí (he oído de unos que llamaban sofistas) y probablemente durante mi larga explicación me llaméis loca, desgraciada e intolerante unas cuantas veces. Sólo pido que intentéis comprenderme y que leáis hasta el final.
Comienzo con un ejemplo sencillo. Imaginaros una modelo, la que queráis. Podéis decirme que es guapa o que es fea. Uno dirá una cosa, otro otra. ¿Cómo se yo lo que es? ¿Cómo sé si es guapa o es fea si cada uno me dice una cosa? ¿Qué es la chica objetivamente? Nada. La chica no es nada. Su belleza va a depender de quién la mire, por lo que desde un punto de vista general no es nada. Nadie puede asegurar que sea guapa o fea sin ser subjetivo. Como muchos han dicho, la belleza es relativa. Pero la cosa no queda ahí. Si la modelo en cuestión se ajusta a los cánones de belleza habituales es probable que me aseguréis que está delgada. Ahora que si me acerco a preguntarle a una compañera suya más delgada o incluso a la propia modelo ellas me responderán que está gorda. Vosotros ignoraréis ese punto de vista, porque diréis que las chicas están obsesionadas y tienen problemas psicológicos, pero es su punto de vista y si queremos sacar un juicio objetivo de lo que la chica es tendremos que oír todos los puntos de vista. Por lo tanto volvemos a que la chica no es nada. Pero continuemos con nuestra modelo y dejemos que actúe, que en pleno desfile le ponga la zancadilla a su compañera. ¿La modelo ha obrado mal? Vosotros me diréis que sí y la que ha sufrido la caída también, pero los manager del resto de modelos la tendrán por diosa, ya que ahora tienen menos competencia. Ajá. ¿A quién creo? A nadie. Desde un punto de vista general, nuestra modelo no lo ha hecho ni bien ni mal. Yo podré informarme de los hechos y sacar unas conclusiones para decidir si lo hizo bien o mal. Pero no va ser más que un simple juicio de valor, nunca será objetivo decir que obró mal. Incluso aunque la ley la castigue. Porque la ley no se rige por una visión general de las cosas. Se rige por la visión de el que salió perjudicado. Y con esto no estoy dando mi opinión sobre las leyes y diciendo que son injustas. Apoyo las leyes, porque existen para defender al débil, pero eso no significa que sean objetivas. Realmente nada es objetivo, porque todo es relativo. Que una planta sea venenosa es relativo. ¿Por qué? Porque para los humanos es venenosa pero para algunos animales no. Objetivamente, no existe ni el mal ni el bien, porque cada cosa que sucede tiene perjuicios y beneficios. Para millones de personas (entre las que me incluyo) la pena de muerte es horrible, pero hay otros miles que la ven buena. ¿Podemos definir entonces, de forma general, la pena de muerte como mala? No, porque no todos pensamos lo mismo. Y como no hay nada en lo que todo el mundo esté de acuerdo, no existe verdad alguna, todo es relativo. Si llevo la teoría más lejos entonces os diré algo más. ¿Quién asegura que lo que nuestros sentidos nos dicen es cierto? Hay personas cuyos sentidos no les muestran lo mismo que a nosotros, como los daltónicos. ¿Quién dice que nuestros sentidos son perfectos? Hay animales cuyos sentidos están más desarrollados que los nuestros, como el olfato, por lo que huelen más que nosotros. Quién sabe que nos estamos perdiendo. Quizá las hojas no son verdes, y las amapolas no son rojas. Quizá nuestras vidas sean un eterno sueño. No podemos definir nada como un hecho, nada como bueno, como malo o como cierto. Todo es relativo, y ahí sitúo la primera línea de mundo, la franja entre lo real, y lo que creemos real.
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