viernes, 6 de julio de 2007

Lo que Sanabria provoca

Estoy escribiendo desde lo más profundo del valle de Sanabria. Tengo ganas de salir corriendo del valle de Sanabria. Me aburro, la gente que hay aquí no puede ser más diferente a mí. No pueden tener menos cosas en común conmigo. Este es el único lugar donde que yo me trate con gente así es normal. Más que normal casi obligado. Pero he decidido poner un poco más de distancia, porque no tiene sentido que haga cosas que no me gusta hacer por puro compromiso. Yo no soy así y nunca lo seré. Lo que no me gusta no lo hago y punto. Y si no me gusta salir hasta altas horas de la noche para estar en un bar apestoso y escuchar a un grupo horrible mientras salto y grito (por que eso no es bailar ni cantar) unas canciones que jamás me gustarán, no lo voy a hacer. Así que ayer me fui a la cama antes de que nadie se molestara en venir a sacarme de casa para pasar una noche “de fiesta”. Y si digo que no me gustan las fiestas o que soy antisocial mentiría. Me gustan las fiestas en mi ambiente, cuando nadie me obliga a estar en ellas, cuando a mi alrededor hay gente con quien me apetece compartirlas. Sé que no hay mucha gente de esa, pero he vivido días de fiesta y conciertos que nunca olvidaré, lo que demuestra lo que digo. Recuerdo que cuando era pequeña adoraba venir aquí, y mi madre siempre me dijo que luego no me iba gustar. Aún me oigo decir “No, eso nunca pasará”. No sé como lo hace pero siempre acaba teniendo razón. Cuando era más pequeña venir era genial porque podía salir a la calle, y tenía gente con quien jugar a las barbies. Ya nadie quiere jugar a las barbies, y es una pena, porque si alguien quisiera jugar conmigo lo haría. Aquellas muñecas que no se asemejaban a un ser humano ni en el blanco de los ojos, fueron, durante más de una década, mis objetos favoritos. Lo tenía todo, todas las casitas, todos los vestiditos, todo. Yo siempre quise más, claro está, y pediré eternamente más vestidos y mi anhelado coche para trasladarlas, pero lo tenía todo. Y ahora que aquellos tiempos pasaron, mis amigas me confiesan que se morían de envidia con todo lo que yo tenía. Qué irónico.
Ahora todo es diferente. Las niñas que jugaban conmigo adoran el rock, el alcohol y los guitarristas cachas. Y yo vivo toda esa adoración callada, a falta de capacidad para gritar o salir corriendo. Obviamente respeto sus gustos, pero, ni los comparto, ni los quiero compartir, así que, por favor, ¿puedo irme ya? No. No te puedes ir ya a tu mundo, a tus cuadernos, a tus libros, a tu ordenador, a tu vida. Querida amiga, te tienes que quedar aquí para conocer mundo, saber lo que es el rock, los guitarristas cachas y el alcohol. Y no digas que todos los años lo conoces cuando vienes, porque ese maravilloso mundo nunca se termina de conocer. Ains, que cosas. Tampoco las pido que vuelvan a jugar conmigo, las cosas han cambiado, los años han pasado y sería demasiado raro que quisieran jugar conmigo. Realmente no pido nada. Bueno sí, pido lo que le pido a todo el mundo a día de hoy. Que me dejen en paz. Que me dejen vivir la vida que, les guste o no, me he montado a parte de ellos, de todos los que me rodean, y que, les guste o no, me hace más feliz de lo que casi nadie a logrado. Será todo lo triste o preocupante que les apetezca que una de mis mejores amigas viva al otro lado del país y que sólo me pueda comunicar con ella con un ordenador, pero es así. Y no me miraría a mí para buscar un culpable de eso. Les miraría a ellos. Si he huido del mundo que me rodeaba, amigos míos no es mi culpa. Es la vuestra. Es la de aquella mujer que me cansé de llamar por teléfono porque siempre me colgaba porque estaba ocupada. Es la de aquella chica con una vida social tan intensa que dejarme plantada en mi cumpleaños no merecía una disculpa. Es la de aquel que se largó a estudiar a Estados Unidos dejándome sola y al que siempre le va a interesar más hablar con la gente popular que conmigo, a pesar de que soy “su mejor amiga”. Es la de aquel chico que me ha hecho derramar más lágrimas que cualquier amor no correspondido, simplemente porque intentar comprenderme es demasiado difícil para él. Es la de aquella familia a la que no le gusto como soy y su objetivo es cambiarme. Y aunque no lo parezca, no vengo a dar pena ni a quejarme. Vengo a mandar a paseo a todos aquellos que creen quererme, pero que no están leyéndome, para decirles que las cosas han cambiado, que huir de ellos es mi mayor deseo, y que cada cosa que hago tiene ese objetivo. El objetivo de ser quién quiero ser, de lograr lo que quiero lograr, y de escucharles lo menos posible. Y afortunadamente, mi terrible, maligno, vicioso e insano mundo virtual, me ha enseñado que puedo conseguir lo que me proponga. Y ha llegado mi momento. Este va a ser el verano de mi vida, iré a Edimburgo, conoceré lugares y personas increíbles y cuando llegue octubre, iré a un lugar al que nunca he ido a conocer gente que nunca he conocido y a vivir experiencias que jamás he vivido. Me largaré del mundo que me ha rechazado, me ha abandonado y me ha fallado. Me he buscado otro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vaya, me hace sentir que te conozco poco, pero como si estubiera contigo toda la vida.
Comparto muchos de tus sentimientos. Pero no he dado la oportunidad, ni la daré a compartir la vida de "ellos", pues asi es como la concidero. En cuanto a mi familia, estoy bien y tranquilo, un poco.

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