lunes, 1 de octubre de 2007

Crónica de un nacimiento anunciado II

Podría decirse que se acabó. Está donde quería estar. Hoy, más que nunca allí está. Llueve de nuevo. al fin. Él corre para no perder el tren. Lo perdió de todas formas. Bueno y ¿que más da? Tampoco pasa nada, todo tiene arreglo desde aquí. Por que todo se ve perfecto aún. Todo tiene sentido. Está, de nuevo, solo. Y ¿Qué más da? Encontró hace tiempo un lugar donde no se siente nada solo, así que no importa que o quién haya aquí. Importan las palabras, las ideas, las discusiones, los sueños. Importa lo bueno. Da igual el resto. De cada segundo, se queda con lo bueno. Por la mañana encontró a su filosofa favorita, gran forma de empezar el día. Y camina lejos (literalmente) hacia los sueños. La escalera le hace sentir más importante que un millar de cargos y de aplausos. El aula tiene el don de que nadie sepa que está rodeado de más de noventa. Demasiados para encontrar alguien con quien hablar. No importa, ya tendrá tiempo. Ahora sólo se oye la lluvia y el piano. Quiere tocar el piano, de nuevo le vino esa ilusión. Cierra los ojos y respira hondo. Sea lo que sea, está la lluvia, está el piano, están los sueños y estas tú que lees esto.

¿Gracias?

Tenía que escribir. Hoy era el día. Será que hay días que me da igual que detrás de mí haya un millón de cosas que hacer. Que quiero escribir y nadie me lo va a impedir, yeah!. Escucho la misma canción que está en el reproductor de la derecha. Es una canción especial. Y ahora, tengo una sensación muy especial, una que creo que no había sentido nunca. Siento que en el mundo hay personas que me quieren. Puede parecer absurdo pero nunca lo sentí de este modo. Nunca nadie era capaz de hacerme ver que le importaba. Hoy he pasado de la más absoluta tristeza a la más absoluta alegría. Y todo gracias a una persona y una canción. Y entonces miré a mi alrededor y le vi, y vi a algunos más que cada día me preguntan ¿Como estás? y además lo hacen con sinceridad. Que cada vez que se me cae el mundo encima me abrazan aunque estén lejos, me consuelan sin saber cómo, me emocionan con una palabra. Y dar las gracias es y será siempre, poco. Un día se lo pagaré a todos ellos. Daría nombres, pero posiblemente sean casi todos los que lean.
Titotati titotati titotati toti toti toti....
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