Si él caminara acompañado y de colores claros, nadie conocería su historia. Los hombros le duelen de llevar tanto peso. Pero más le duele el corazón, que rozó a Magia con los dedos y tan poco duró.
Acarició a Magia con las yemas de los dedos, como la princesa se acaricia las palmas de las manos, creando un delicado y delicioso escalofrío. El recuerdo le persigue por los pasillos de un largo tren, le llena el corazón de pena y le quita la sonrisa tonta. Trazos de una película de amor, con sabor a Jeunet, le dejan perdido, con más nostalgia de la debida y el alma hecha trizas.
Y al final, como viento fresco que sopla, mientras se pierde entre los andenes, Tiersen aparece y le sonríe.
miércoles, 27 de febrero de 2008
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